EL SALTO (1)

“Comprendo ahora que mi adaptación a esta vida fuera acaso demasiado brusca; mi pasado exigía el cumplimiento de un último deber, con la rotura del vínculo legal que me ataba todavía al mundo de allá” (Alejo Carpentier, Los pasos perdidos).
“…la máxima obra propuesta al ser humano es la de forjarse un destino. Porque aquí, en la multitud que me rodea y corre, a la vez desaforada y sometida, veo muchas caras y pocos destinos” (Alejo Carpentier, Los pasos perdidos).

El vuelo en avión fue largo. Once horas. Martín no conciliaba bien el sueño. Habían despegado hacia las dos de la mañana, hora europea, de modo que el cronómetro del cuerpo le decía que ya era la una de la tarde. Miró por la ventanilla. Todo estaba oscuro. Sólo se escuchaba el zumbido de los motores. Aunque era la primera vez que hacía un viaje tan largo, no tenía miedo. Tenía buen control de sus emociones y no permitía que la irracionalidad le dominara.
La cabina de pasajeros estaba llena, las luces apagadas, excepto esos pequeños foquitos que permiten movilizarse en la penumbra. La mayoría de los pasajeros parecían dormir. Miró adelante y al final del pasillo. No vio a nadie, ni pasajeros ni azafatas.
Miró el reloj. Desde que despegó había cambiado la hora, adaptándola a la del Caribe. Su vida anterior quedaba atrás. No sabía cómo sería su futuro. No sabía qué le depararía la vida. Pero sí sabía que, a partir de ese día, su vida estaría indisolublemente unida al nuevo continente. Por eso cambió la hora de su reloj en el momento del despegue. Era como un gesto simbólico por el que se despedía del continente que le vio nacer y crecer, y que, a partir de ese día sólo sería una referencia, importante pero lejana.
Una vez más, con mirada distraída, volvió a mirar por la ventanilla y, sorprendido, divisó, bien abajo, una minúscula maraña de pequeñas luces. Era el continente americano. Seguramente, una de las tantas islas que cierran el Caribe, de las que tanto había escuchado y visto en los documentales televisivos. Sintió palpitar más ágil el corazón. Ya no hay vuelta atrás. América ya no era algo lejano, y pronto dejaría de ser una realidad idealizada. Este continente, pensó, me dará de comer en adelante —sintió respeto—, debo ser generoso.
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Comentarios

  1. Mi amigo en la distancia tengo el privilegio de leer un poquito de tu cuento y es como transportarse en ese preciso instante al mundo de tus creaciones, tuve ese don de compartir algo del cuento acá en Ecuador y me pareció super emotivo, con una descripción de los hechos realmente fascinante.

    Recibe en tu cumpleaños mi abrazo muy generoso lleno de admiración y muy gratos recuerdos al lado de la mujer más preciada en tu vida...Feliz Cumpleaños!.

    Fabián, Ma. José y Marcelito.

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  2. ¡¡Que interesante descripción de una vivencia,tan
    sentida que nos lleva a vivir ese momento .
    Espero seguir leyendo cada una de las páginas de su novela
    Desde la distancia un abrazo
    laura mosquera

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