EL SALTO (7)

El Fiat Uno los llevó al hostal. Allí almorzaron. Seguidamente, la llamada correspondiente a la familia, para saludar y contar el viaje. Por la tarde, los trámites correspondientes. Despidieron a Ramón a las cuatro, pues su destino era Portoviejo. Antes, ambos viajeros se pusieron de acuerdo en visitarse mutuamente.

En la madrugada Martín despertó con un horrible dolor de cabeza y con náuseas, efectos de la altura y del cansancio. Tuvo que pasar la mañana en la cama, con unas décimas de fiebre y con escalofríos. A mediodía no tenía muchas ganas de comer. Después de un pequeño descanso y de que Marga y Nekane almorzaran —pues llegaron tarde de los trámites— iniciaron el viaje a Esmeraldas. Fueron casi seis horas. A Martín los paisajes le parecieron impresionantes, indescriptibles. También le impresionó un sonido penetrante, estridente —que, según le dijeron, era de la chicharra—, desde que descendieron de la Sierra hasta llegar a la ciudad, y un olor también fuertísimo, medio dulce y medio agrio, que le dijeron era del cacao, y que en adelante le sería tan familiar. El dolor de cabeza le acompañó todo el viaje. También le pareció terrible la lluvia tropical, casi durante todo el trayecto.

Al final, entrada la noche, llegaron a Esmeraldas, su nuevo hogar. Se abría en su interior una incógnita sobre su vida futura. Pudo observar las calles, tenuemente iluminadas por el alumbrado público. Le llamó la atención cuánta gente había fuera de las viviendas. Las casas le parecieron pequeñas, casi todas de una sola planta y de madera. Pasaron junto a la entrada principal de la universidad y continuaron por la estrecha carretera hasta el final de la loma, donde estaba la vivienda provisional de la comunidad, en un aparte de un gran centro de convivencias llamado Santa Cruz. Allí saludó al resto del grupo, incluidos los dos niños, Sergi y Miquel. Todavía no podía decir gran cosa, pero encontró un buen ambiente. No pudieron hablar mucho, porque estaban muy cansados, pero mientras trataba de dormir Martín pensaba que iban a llevarse bien, a pesar de ser la primera vez que vivirían juntos.

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