Carta abierta a José Ignacio Munilla
Estimado José Ignacio,
No puedo negarlo, no sé si era eso lo que pretendías, pero tus palabras de valoración de las elecciones del 20 de diciembre de 2015 me indignaron, por un lado y, por otro, me han hecho sentir pena por ti.
Según tú, los resultados de las elecciones reflejan una sociedad enferma. ¿Enferma de qué, doctor?
Me parece un juicio simplista e interesado, y poco evangélico, que es lo que se esperaría de ti como obispo. Y, como no quiero decir cosas sin fundamento, te diré por qué pienso eso.
En primer lugar, quiero preguntarte: ¿era más sana la sociedad que dio la mayoría absoluta al PP? ¿Era más sana cuando quienes gobernaban lo hacían sin atender a las demandas de toda una sociedad que al unísono reclamaba otras condiciones de vida? ¿Era más sana la sociedad cuando morían 100.000 dependientes a la espera de una ayuda que no les llegó?, ¿o mientras quitaban 10.000 millones al sistema de salud (amenazado de privatización); o mientras despedían a 300.000 empleados públicos? Durante el gobierno "más estable" de la historia democrática, perdieron su puesto 45.000 profesores; 35.000 becarios, su beca; y el 91% de los contratos de trabajo son temporales.
Supongo que sabrás que, tras cuatro años de mayoría absoluta (mira que daba al partido de gobierno la oportunidad de hacer cosas en favor del bien común de todos los ciudadanos), el gobierno neoliberal ha aplastado a los más débiles, aquellos a los que, ¿recuerdas?, Jesús de Nazaret les trajo la buena noticia. ¿No es eso enfermizo, cuanto menos? El 29,2% de la población española está hoy en riesgo de exclusión. ¡Uno de cada tres niños bajo el umbral de pobreza! Más de dos millones de parados sin prestaciones; 790.800 personas más en riesgo de exclusión o pobreza que el año anterior.
Empiezo a creer que, efectivamente, es una sociedad enferma. Más aún, con estos datos estamos ante una sociedad herida de muerte y agonizante. ¿No es escandaloso? Y ¿por qué esperar a ver los resultados de unas elecciones en las que los amigos poderosos pierden fuerzas, para dar el diagnóstico?
Dos millones de españoles se han visto obligados a salir de su país, y el 48% de los jóvenes que se han quedado están sin trabajo. Más de tres millones de viviendas están vacías, pero desde 2008 el partido "más cercano" a tu Iglesia ha favorecido que sean desahuciadas 500.000 personas. En todas las áreas de su gestión, este Gobierno neoliberal declaró la guerra a sus propios ciudadanos más vulnerables, a los que incluso les ha impedido por ley la dignidad de la protesta: a un pobre contestario le pueden hundir la vida con las cuantías criminales de las multas. ¿Sociedad enferma o gobierno enfermo?
Tras este Gobierno del PP, el balance es devastador: quedamos “más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados, menos demócratas” (J. Estefanía).
¿Te sorprende que la sociedad esté harta? ¿Te referías a esta hartura cuando hablabas de sociedad enferma? ¿No es un síntoma, más bien, de buena salud que una sociedad reaccione frente a tanto despropósito manifestando en las urnas su indignación?
¿O te referías al pluralismo cuando emitiste ese juicio? Supongo que valoras la pluralidad más que la homogeneidad, ¿o no? ¿Tal vez te parece más sana una sociedad homogeneizada, sometida a un único patrón? Bueno, sobre todas las cosas se puede debatir, pero creo que desde el evangelio no cabe duda: Jesús estuvo en contra de todo totalitarismo, de toda pretensión de sometimiento y uniformismo.
En fin, me gustaría saber cuáles son los síntomas que tú has visto para dar tu diagnóstico. También me gustaría saber cuál es la enfermedad y en qué criterios evangélicos basas tu diagnóstico.
Me da pena, te lo he dicho arriba, y te diré por qué. Me da pena porque en el origen de tus afirmaciones no veo la misericordia y la caridad de Jesús de Nazaret; no veo su crítica al poder establecido que doblega y aniquila a los pobres; no veo su denuncia a la injusticia más injusta, la de los poderosos, la del poder establecido... En resumen, no veo rastro de Jesús y su buena noticia.
A todos nos delata nuestro punto de partida cuando opinamos. A mí también, seguro. Nuestras ideologías nos impiden ser objetivos. También nuestros intereses. No me sorprende un rico tratando de cambiar el mundo con recetas neoliberales; no me sorprende un hombre de izquierdas proponiendo políticas en favor de los más desfavorecidos. Cuando oigo a un obispo, espero que su punto de partida sea la buena noticia de Jesucristo. Cuando no lo es, me cabrea mucho pero, más aún, me da pena. Me da pena por él, pues me pregunto si no vivirá una suerte de esquizofrenia. Y me da pena por tantos ciudadanos que sí creen en el evangelio y que se sienten súbditos de jerarcas que van en una dirección opuesta a los valores por los que ellos siguen apostando.
En fin, llevaba tiempo rumiando estas ideas. No son fruto de un pronto. Las he meditado y me ha parecido oportuno hacértelas llegar, pues guardármelas no serviría para nada. Las he escrito desde el corazón y sin animadversión, con mis mejores deseos por que la Buena Noticia sea cada día más real en cada humano y en la sociedad.
Un cordial abrazo de un antiguo compañero de clase.
Jokin Zurutuza Sunsundegi
24 de enero de 2016
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